Por: Lic. María Laura Ferreira
Durante la pandemia COVID-19 hubo un aumento importante en el número de pacientes internados en las Unidades de Cuidados Intensivos que requirieron soporte respiratorio invasivo debido al desarrollo del síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA). Esta mayor cantidad de pacientes intubados determinó también un aumento en el volumen de pacientes con disfagia luego de su extubación.
La disfagia es la dificultad para tragar, ya sea alimentos, bebidas o la propia saliva. Causa complicaciones nutricionales y respiratorias, perjudica la calidad de vida de quien la sufre y su entorno, y puede causar la muerte. Es una complicación muy frecuente en pacientes adultos mayores, en pacientes con enfermedades neurológicas o neurodegenerativas (Accidente cerebrovascular, Parkinson, Alzheimer, Miastenia gravis, Esclerosis lateral amiotrófica, etc.), en pacientes con enfermedades oncológicas de cabeza y cuello, y también en aquellos que pasaron por una intubación orotraqueal.
La intubación orotraqueal prolongada puede producir un traumatismo laríngeo que se manifiesta como edema aritenoideo y de las cuerdas vocales, granuloma y paresia de las cuerdas vocales, favoreciendo el desarrollo de disfagia.
La disfagia postextubación puede conducir a neumonía por aspiración, desnutrición y deshidratación y, en consecuencia, comprometer el pronóstico del paciente, prolongar la hospitalización, aumentar la tasa de mortalidad y reducir la calidad de vida.
Un estudio español, publicado en la prestigiosa Clinical Nutrition en febrero de este año, encontró entre 205 participantes una elevada prevalencia de disfagia orofaríngea (51.7%) y desnutrición (45,5%) en pacientes hospitalizados en las Unidades COVID-19 del Hospital de Mataró durante la primera ola de la pandemia. Por lo tanto, concluyeron que la disfagia y la desnutrición deberían considerarse síndromes post-COVID-19.
Queda claro entonces que es muy importante evaluar la deglución de todo paciente 24-48 horas luego de ser extubado, para que se puedan iniciar intervenciones tempranas y evitar así las complicaciones de la disfagia. Esta evaluación en pacientes con COVID-19 es una situación de alto riesgo para los profesionales de la salud y debe considerarse un procedimiento generador de aerosoles. La utilización del Equipo de Protección Personal (EPP), saber cómo utilizarlo de manera correcta y segura para evitar el auto contagio, son puntos clave.
Otro trabajo publicado en septiembre de 2021, realizado en la Universidad de Foggia en Italia, aporta nueva información respecto a la relación entre la Disfagia y el COVID-19. Lo novedoso de esta investigación es que se centró en la aparición de trastornos de la deglución en pacientes con Infección por COVID-19 que no fueron tratados con ventilación mecánica invasiva, es decir que no estuvieron intubados, con el fin de evaluar el impacto del virus en la función deglutoria, independientemente de la intubación orotraqueal.
Se evaluaron 41 pacientes de los cuales 8 (20%) mostraron síntomas de disfagia durante la hospitalización. Los problemas deglutorios encontrados en estos pacientes probablemente puedan relacionarse con la alteración de la función respiratoria pulmonar y la actividad lesiva neuronal viral directa.
Entre los síntomas y signos de alerta que pueden hacer sospechar de la presencia de disfagia encontramos la presencia de tos o ahogos al comer, el dolor al tragar, el babeo, la dificultad para armar el bolo alimenticio, la disfonía o la presencia de voz húmeda luego de comer, la dificultad para cerrar bien los labios, entre otros. En estos casos, es necesaria una evaluación deglutoria más completa y profunda a cargo de un/a fonoaudiólogo/a para poder llegar al diagnóstico y establecer luego el tratamiento rehabilitador, que consiste en la estimulación y ejercitación del mecanismo deglutorio con distintas estrategias posturales, conductuales, maniobras deglutorias, intervenciones sensoriales, etc.
El tipo de alimentación que tiene que recibir el o la paciente con disfagia debe personalizarse en función de la evaluación deglutoria que se le haya realizado. En general se prefieren consistencias blandas, suaves, homogéneas, húmedas, que requieran nada o poca masticación, sin dobles consistencias. Se deben brindar comidas de poca cantidad, varias veces al día, bien enriquecidas y nutricionalmente completas. Los líquidos suelen presentar las mayores dificultades ya que discurren con facilidad y son difíciles de controlar en la cavidad oral, aumentando el riesgo de aspiración a la vía respiratoria. En este sentido, la utilización de espesantes que aporten mayor consistencia a los líquidos es una estrategia efectiva que aporta seguridad en el consumo de líquidos.
La complejidad y especificidad de la disfagia requieren de un abordaje interdisciplinario, con profesionales capacitados en el tema.
Es fundamental conocer la relación entre la disfagia y el Covid-19, para poder realizar las evaluaciones deglutorias y nutricionales necesarias, oportunas, establecer el tratamiento adecuado y favorecer la recuperación de los pacientes.
(*) Lic. En Nutrición. MN: 3615.
Bibliografía consultada:
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